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Desvelo

Jeniffer A. Otero Sáez No sé cuántos desvelos traigo encima. Recuerdo que en mi adolescencia comencé a trabajar en una fábrica de ropa. Apenas salía de la escuela, caminaba a casa, comía tan rápido como podía y luego me dirigía al trabajo. Entraba a las 3 y salía a las 7:30 pm. Si mal no recuerdo, ganaba 35 pesos y los días completos, como el sábado, 70. Entre semana salía a las 7:30. Caminaba a casa y llegaba a eso de las 8 pm. Cenábamos papá, mamá, hermana y yo, me daba un baño para no hacerlo al otro día, pues entraba a las 7 am, y después, a eso de las 9:30 o incluso 10 pm, comenzaba a hacer mi tarea. Mi responsabilidad y mi ñoñez me impedían dormir sin haberla terminado. Recuerdo una madrugada en especial, en la que los ojos se me cerraban y no daba con la solución de un ejercicio de matemáticas… Creo que fue la primera vez que maldije la pobreza de tener que trabajar con 13 o 14 años, maldije igualmente la tarea y, sobre todo, envidié con algo de rabia a las personas que podían i

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