Fake News: Verdades y mentiras sobre verdades y mentiras (Parte 1)



Vaya embrollo en el que estamos metidos. En este asunto de las verdades y las mentiras ni siquiera se sabe por dónde empezar: si por una mentira, por una verdad o por una verdad que en realidad era mentira o por una mentira que se convirtió en verdad. 

Comenzaré por marcar los límites del terreno fértil en el que se mueven las Fake News. Por un lado, están las personas que descalifican sin ton ni son las cosas. Ya saben: “todo lo malo fue tramado por el gobierno”, “tal televisora o tal medio siempre miente”, etcétera. Descalifican sin cuestionar. La “contraparte” son las personas que creen cualquier noticia y que se encargan de reproducir el material sin filtro alguno. Vamos a decir que todavía creen en la humanidad y no conciben las malas intenciones. Aunada a ellas, el internet es un mundo de libertad mimada. Sin duda es mejor que exista libertad; pero al mismo tiempo, en esta era digital, se ha vuelto un tanto caprichosa, consentida, con el permiso de hacer lo que le venga en gana. 

Más de uno dirá que exagero, que lo anterior es puro maniqueísmo, así que decidí ejemplificar mis líneas. No tengo Facebook ni redes sociales (sólo este blog y mi vida), pero consulté la primera noticia de un periódico de circulación nacional al azar y encontré estos primeros comentarios. (No remito a la fuente de manera precisa. Por lo demás, los copio sin consentimiento de nadie):  



¿De qué iba la nota principal? Basta decir que se perdió un poco el foco de la discusión. 

Ahora bien, ¿qué podemos hacer al respecto? Primero, abrir la posibilidad a que cualquier persona (yo, usted) puede caer en el juego. Entiendo que ni usted ni yo dudamos de nosotros mismos, pues va en contra de nuestros egos, pero puede caber la posibilidad de que alguien más, un amigo, por ejemplo, platique, publique una nota y que nosotros la replatiquemos o republiquemos. Eso le pasó, por cierto, a Felipe Calderón. 





Recuerdo que en mis clases de licenciatura, una maestra dijo que un buen lector debía dar al menos nombre de autor y título del libro que tenía entre manos. Nada nos impide dudar de quien no ofrece una sola seña de sus declaraciones. 

Segundo, no olvidar estas geniales frases de Adorno (“El ensayo como forma”) y de un amigo mío (Jacob, que pronunció en medio de una borrachera): “La verdad tiene un núcleo histórico” y “La verdad tiene al menos dos versiones”. No puedo estar más de acuerdo con ellos. La segunda frase exige entender la perspectiva del otro antes de descalificarla (por ejemplo, tengo la impresión de que si tratáramos de linchar a las personas que retuitean cualquier cosa, nos daríamos cuenta de que una parte de ellas serían tías y sobrinos con muy buenas intenciones); mientras que la primera exige cuestionar el sentido común, aquellas cosas que damos por hecho y que son verdades de nuestro tiempo, aunque quizá en el futuro no tengan cabida. 

Tercero, alejar inmediatamente a las personas que con ventaja y alevosía quieren engañarnos. Vetarlas de alguna manera hasta que no se ganen de nuevo la confianza. Hay algo que debemos entender como “consumidores” de noticias: tenemos el poder de apagar la televisión o al menos de cambiar el canal o la estación de radio, de dejar de pagar el sistema de cable, de cambiarnos de número telefónico o cancelar un servicio de “noticias”, de ser una visita o un like más, de compartir o pasar por alto la nota; en resumen, de dar un clic o no. Ejerzamos esa libertad. 



Por último, aprender a valernos de fuentes confiables. Este adjetivo debe explicarse. Una fuente confiable no es aquella que dice “la verdad” (porque la verdad “tiene dos versiones” y “posee un núcleo histórico”). Una fuente confiable al menos admite que escucharemos o veremos su interpretación de las cosas con base en determinados criterios. Ya sé que esto abre de nuevo el debate, pero no tengo por ahora mejores palabras para caracterizarla. En cualquier caso, es mejor saber quién está detrás del origen de esa nota y cuáles fueron sus bases, a no tener la menor idea de a quién dirigirnos ni de qué manera lo hizo el susodicho apócrifo. Este rasgo me parece que es vital para entender una fuente confiable. Por ello celebro la página de Verificado 2018. Ser ciudadano de este país (y, por qué no, del mundo) tiene ahora una tarea más: no sólo estar informado, sino evitar la desinformación.  





Comentarios

Anónimo dijo…
Siempre disfruto leerte,saludos.
Brenda Lezama
F dijo…
Estimado Salvador: Esta entrada y la lucidez de Jacob me dan pie para compartir, siguiendo tus palabras, algunas reflexiones. Las empecé a esbozar en un comentario, pero me estaba extendiendo, como es mi costumbre, y preferí pegar la perorata en mi blog. Me acordé de esas amenas charlas que teníamos antes, generalmente con vino de por medio. Abrazo.

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