Caronte en las letras

  1. Introducción
Elegí descender al Infierno e investigar el origen de un personaje mitológico por demás interesante. La presencia de Carón o Caronte, el barquero, es muy breve en la Divina Comedia, pero imprescindible.

El presente trabajo intentará explicar la función de Carón en la Divina Comedia. Para ello, primero daré una descripción breve del canto III (canto en el que aparece Carón); posteriormente, hablaré de su figura en la tradición clásica; finalmente, trataré de describir esta figura en la obra de Dante. 


  1. Canto III
Después de que Dante encuentra a Virgilio y que el poeta romano le explica el porqué de su presencia, llegan a la puerta del Infierno. El canto III comienza con las palabras que la puerta tiene inscritas: “Per me si va nella città dolente / per me si va nell’etterno dolore, / per me si va tra la perduta gente”.[1] Adentro se oyen llantos, suspiros y quejas. Virgilio le explica que esas lamentaciones vienen de las almas que aún no tienen sepultura y que, por tanto, deben errar por las márgenes del río Aqueronte. Virgilio y Dante siguen su trayecto y llegan hasta la orilla de dicho río; Dante se percata de que varias almas pretenden cruzarlo: “«Maestro, or mi concedi / ch’ i’ sappia quali sono, e qual costume / le fa di trapassar parer sí pronte, / com’ io discerno per lo fioco lume»” (vv. 72–75). A lo que Virgilio responde: “«Le cose ti fier conte / quando noi fermerem li nostri passi / sulla trista riviera d’Acheronte»” (vv. 76–78). El río Aqueronte es parte de su trayecto, por lo que deben cruzarlo. La única forma de hacerlo es por medio del bote de Carón.

Ed ecco verso noi venir per nave
un vecchio, bianco per antico pelo,
gridando: «Guai a voi, anime prave!
Non isperate mai veder lo cielo:
i’ vegno per menarvi all’altra riva
nelle tenebre etterne, in caldo e ’n gelo. (vv. 82–87)

Posteriormente, Carón se dirige a Dante:
E tu che se’ costí, anima viva,
pàrtiti da cotesti che son morti».
Ma poi che vide ch’ io non mi partiva,
disse: «Per altra via, per altri porti
verrai a piaggia, non qui, per passare:
piú lieve legno convien che ti porti». (vv. 88–93)

En ese momento, Virgilio interviene y le pide a Carón que deje de gritar; le dice que la misión de Dante es, digamos, una orden del cielo (“«… vuolsi cosí colà dove si puote / ciò che si vuole…», vv. 95–96); por tanto, no tiene derecho de cuestionarlo. Finalmente, no se sabe con exactitud cómo cruzan el río Aqueronte; porque, antes de que Carón regrese por ellos, Dante se desmaya y el canto se ve interrumpido.

Antes de hablar sobre Carón y la Divina Comedia, explicaré brevemente las características de los inframundos griego, romano y el inframundo propuesto por Dante, además de describir cada uno de los ríos por los que transita Carón, el barquero.


  1. Inframundos griego, romano y dantesco
a) Inframundo griego
En el canto XI, Descendus ad inferos, de la Odisea, Homero relata cómo Ulises atravesó el río[2] Océano para llegar al inframundo: “Entonces llegó nuestra nave a los confines de Océano de profundas corrientes, donde está el pueblo y la ciudad de los hombres Cimerios cubiertos por la oscuridad y la niebla”.[3] Hesíodo, por su parte, describe el Tártaro como una tierra sombría, tenebrosa. Dice que la distancia que existe de la tierra al cielo es la misma que hay de la tierra al Tártaro.[4]

Los griegos pensaban que el cielo sólo cubría una parte del globo terrestre, sólo la tierra habitable. Justo al otro lado del río Océano comenzaba el inframundo, dividido en cuatro lugares[5]: el primero es el Erebo, donde estaban el palacio de la Noche, el del sueño, la morada de Cerbero, las Furias y la muerte, y donde se dice que erraban las almas sepultadas. El segundo lugar del inframundo griego estaba destinado a los malvados. Las almas de los conquistadores y de todos aquellos cuya vida era funesta a los hombres eran sumergidas en los lagos infectos y helados, para después sacarlos a las encendidas llamas. El tercer lugar del inframundo era el Tártaro, la cárcel de los dioses. Se supone que en este reino las almas no son más que simulacros, sombras que carecen de voz. El último sitio del inframundo griego eran los Campos Elíseos, el antónimo del Tártaro, pues aquí tenían lugar los bienaventurados, las almas felices.

b) Inframundo romano
En el Libro sexto de la Eneida, Virgilio nos relata cómo Eneas y la Sibila de Cumas llegan a las lindes de los estanques del Cocito y de la laguna Estigia.[6] Más adelante, Eneas y la Sibila llegan al río Aqueronte, por el que deben cruzar en la barca de Carón para llegar al otro lado del río, a las puertas del inframundo que vigila Cerbero.

Según los romanos, el Infierno se dividía en siete lugares[7]: El primero encerraba los niños muertos al nacer y que, no habiendo probado ni las penas, ni los placeres de la vida, no habían contribuido ni a la dicha ni a la infelicidad de los hombres, y no podían por consiguiente ser castigados ni premiados. El segundo lugar estaba destinado a los inocentes condenados a muerte. El tercero contenía los suicidas. En el cuarto, llamado Campo de lágrimas, erraban los amantes perjuros y sobre todo la multitud de amantes desgraciados. El quinto lugar era habitado por los héroes, cuya crueldad había oscurecido el valor, tales eran Tideo, Partenopeo, Adraste. El sexto era el Tártaro, esto es, el lugar de los tormentos. El séptimo lugar eran los Campos Elíseos.

c) El Infierno de Dante
El Infierno de Dante se trata de un enorme abismo en forma de cono invertido. Se llega a él a través del río Aqueronte. Está dividido en 9 círculos, número por demás muy sugerente y lleno de connotaciones en la obra del poeta. Basta recordar, por citar un ejemplo, el Capítulo XXIX de la Vida nueva, cuando Dante nos dice que Beatriz estuvo acompañada de este número “para dar a entender que ella era un nueve, es decir, un milagro”.[8]

El primer círculo es el limbo, donde están los justos que no fueron bautizados. Después, están tres círculos en donde Dante ubica a los lujuriosos, golosos, los avaros y pródigos. Como bien apunta Ángel Crespo, el Infiernos es un “abismo [que] se va estrechando progresivamente como un valle de rocas y estribaciones hasta llegar a la laguna Estigia”.[9] Justo en la laguna Estigia se encuentra el quinto círculo, donde están los iracundos. Por último, del sexto al noveno círculo, se localiza la ciudad de Dite (Lucifer).



  1. Los ríos del inframundo
a) Estigia
En la Teogonía, Hesíodo dice que Estigia[10] es la hija mayor de Océano y Tetis.[11] “Se pensaba que Estigia era una fuente que se encontraba en la Arcadia, no lejos del pueblo de Nonacris (hoy Zelmos). Esta fuente brotaba de una roca y se perdía bajo la tierra”.[12] Su nombre griego Styx significa horror, abominación.

Como lo mencioné anteriormente, la laguna Estigia aparece hasta el quinto círculo en la Divina Comedia. En casi todos los textos clásicos, las aguas de la laguna o del río Estigia nacen del Océano, es decir, está muy cerca de los otros ríos del inframundo.

b) El río Aqueronte
Río de la provincia Tesprotia, en el Epiro,[13] “atraviesa primero una agreste comarca montañosa y entra luego por una angostura de 5 kilómetros de largo en el llano de Epiro, pero se pierde luego en el pantanoso lago de Aquerusia, cuyas aguas desembocan en el puerto de Elea”.[14]

c) Los ríos Cocito y Piriflegetonte
El río Cocito, o río de los lamentos, es un afluente del Aqueronte. Sus aguas son muy frías y, según Pierre Grimal,[15] fluye paralelamente al río Estigia, al igual que el Piriflegetonte. Éste último, que muchos textos conocen con el nombre Flegetonte, se trata de un río de fuego que, al unirse con el Cocito, formaban una gran cascada.

El mismo Pierre Grimal[16] dice que las aguas de estos dos ríos crean el río Aqueronte.

  1. Carón
a) Origen egipcio
Ni Homero ni Hesíodo nos hablan de un barquero que transporta las almas a las puertas del Infierno. Carón, como personaje literario, aparece aproximadamente hasta el siglo V a. C., Aristófanes y Eurípides dan testimonio de él. Ya en el siglo I a. C., el historiador griego Diodoro Sículo (de Sicilia) describe algunos ritos funerarios egipcios y nos dice que Carón proviene de esta tradición:

[Después del embalsamiento.] 92. Cuando el cuerpo está dispuesto para su enterramiento, los parientes anuncian con antelación el día del funeral a los jueces y a los parientes y amigos del difunto, y afirman, diciendo el nombre del finado, que «va a cruzar el lago». [2] Después, una vez que se presentan los jueces en número de cuarenta y dos y toman asiento en un hemiciclo junto al lago, es arrastrada a la orilla la baris [“barca”], que ha sido preparada previamente por los que están al cuidado de esto, y que está a cargo de un barquero llamado en la lengua egipcia «carón». [3] Por esta razón ellos dicen que antiguamente Orfeo, tras arribar a Egipto y presenciar esta costumbre, inventó sus relatos míticos acerca del Hades, imitando unos e inventando él mismo otros por su cuenta.[17]

En este texto hay tres puntos que son muy importantes. Primero, la tradición egipcia del rito funerario es similar a la idea romana del paso de las almas al otro lado de los ríos del inframundo: «el finado» cruza un lago y aparece la figura de un barquero, «carón»; segundo, Diodoro de Sicilia dice que ‘barquero’, en la lengua de los egipcios, es «carón», por lo que la relación es más estrecha por una posible semejanza etimológica; tercera, atribuye el paso de Carón, de la cultura egipcia a la griega, a Orfeo, quien presenció las costumbres funerarias y que con base en ellas inventó su relato mítico. Más adelante, Diodoro de Sicilia dice:

96. [2] […] los sacerdotes de los egipcios cuentan a partir de sus registros conservados que llegaron a ellos antiguamente Orfeo, Museo, Melampo y Dédalo, el poeta Homero y el espartano Licurgo; después Solón el ateniense y Platón el filósofo, y vino también Pitágoras de Samos y el matemático Eudoxo. Más tarde, Demócrito de Abdera y Enópides de Quíos […].

[4] Orfeo, por ejemplo, trajo de Egipto la mayoría de los ritos iniciáticos, las celebraciones orgiásticas que acompañan su peregrinaje y sus historias sobre el Hades. [5] Pues el rito de Osiris es el mismo que el de Dioniso, y el de Isis es muy parecido al de Démeter, cambiando sólo los nombres. Los castigos de los impíos en el Hades, los prados de los justos y las ficciones que cree la muchedumbre las añadió a imitación de lo que ocurría en los funerales egipcios.[18]

La idea de Diodoro de Sicilia es muy clara: hay una tradición egipcia que adaptó Orfeo, la moldeó según los intereses de los ritos iniciáticos y, sin más, se apropió de la figura de Carón, llevándola a la cultura griega. Todavía más adelante, Diodoro de Sicilia habla del origen egipcio de Carón.

96. [8] Por otra parte, están de acuerdo también las demás narraciones mitológicas griegas sobre el Hades con lo que todavía hoy se puede en Egipto: el llamar al barco que transporta los cuerpos «baris», y al pagar el precio del pasaje al barquero, que se llama en la lengua nativa «carón». [9] Dicen que hay cerca de estos lugares un templo a Hécate «de las tinieblas», y las «puertas» del Cocito y del Leteo, cerradas con cerrojos de bronce. Hay también otras puertas, las de la Verdad, y cerca de éstas se levanta la estatua sin cabeza de la Justicia.[19]

b) Función
La vida de Carón está infestada de misterios. La mayoría de los diccionarios hablan de un barquero que, en su barca, transporta las almas al otro lado del río Aqueronte. Y aquí inicia la primera polémica, si transporta las almas a través del río Aqueronte o de la laguna Estigia. Posiblemente por ser la de mayor importancia, hija de Océano, y porque sus límites marcan el inicio del inframundo, muchos autores creen que Carón transporta las almas por la laguna Estigia; pero como ya hice notar (supra.), gran parte de los afluentes de los ríos infernales se entrecruzan, se confunden y forman otros afluentes. Sería imposible saber con exactitud por qué ríos transita Carón; a mi parecer, gobierna todas las aguas infernales, a excepción del río Leteo, cuyo origen es más tardío[20] y con el que nunca se le ha relacionado. “Porteador horrendo, guarda esta agua y ríos”.[21]

“Caronte no tiene mito destacable, sino sólo una función, un contenido restringido a navegar por el camino de la muerte, sin un modelo heroico del que pueda tomar un punto de referencia”.[22]

c) “Están fijos con flama sus ojos”
El personaje literario Carón “aparece por primera vez, y ya como anciano (después, además, con aspecto repulsivo), en la Miníada (citada por Pausanias X, 28, 2); después, en Eurípides (Alc. 254 s., 361, Herc. 431), Aristófanes (Ran. 182, Lys. 606, Plut. 278), Virgilio (Aen. VI, 299, y, sin nombrarlo, Georg. IV, 502 s), Ovidio (Met. X73, sin nombrarlo; lo mismo en la Consolatio ad Liviam, 358 y 428), Séneca (Herc. fur. 764-77), Juvenal (III, 266, llamándole Portmeo, ‘barquero’), Luciano (Dial. mort. II, IX, XXII, etc.), Apuleyo (Met. VI, 18)”. [23]



Constantemente se le representa con barba gris e hirsuta, viejo, canoso, vestido de harapos, con una capa andrajosa amarrada al cuello, de ojos llameantes, repugnante y avaro. Conduce lo que muchos han llamado su barca fúnebre, aunque difícilmente rema, de ello se encargan las tristes almas; éstas, en pago, deben darle un óbolo.[24] El óbolo, moneda griega, era puesto debajo de la lengua del muerto en los ritos funerarios griegos, pues era su pasaje a las puertas del inframundo. Quienes se negaban a entregarle la moneda estaban condenados a vagar cien años por las orillas del Cocito o el río Estigia,[25] antes de ser admitidos en la morada de Hades.

Una de las descripciones más bellas que se han hecho sobre Carón es la que aparece en el Libro sexto de la Eneida. El texto virgiliano es más que necesario para la comprensión de Dante, porque, como sabemos, lo considera su maestro. No debe sorprendernos entonces que la descripción de Virgilio sea la base para la descripción dantesca.

Porteador horrendo, guarda esta agua y ríos,
de terrible desaseo, Caronte, a quien crece en la barba
mucha inculta canicie; están fijos con flama sus ojos;
cuelga en un nudo, de sus hombros, el sórdido manto.
Rige él mismo la nave con pértiga, y con velas se ayuda,
y en su barca color de herrumbre los cuerpos transporta;
ya viejo, mas para el dios es la senectud fresca y verde.[26]


Como sabemos, Eneas va acompañado de la Sibila, quien cumple una función muy similar a la de Virgilio en la Divina Comedia. Eneas, como Dante, se admira de todas las almas que esperan cruzar las aguas. La Sibila entonces explica qué almas pueden ir al otro lado de los ríos y cuáles deben errar por la ribera. Versos más adelante, Eneas y la Sibila se acercan al tumulto para cruzar al otro lado de la ribera.

Como ya los miró desde la onda estigia el barquero
ir por el tácito bosque y dirigir el pie de la ribera,
así avanza el primero, y luego los increpa con dichos:
“Quienquiera que fueres, que a nuestros ríos te encaminas armado,
ea, dí por qué vengas, y desde allí refrena tu marcha.
Éste es lugar de sombras, de Sueño y soporífera Noche;
no es lícito en la estigia quilla transportar cuerpos vivos […]”[27]

Ante tal actitud, la Sibila, como Virgilio en la Divina Comedia, responde de manera firme:

“Nada, aquí, de tales insidias; deja de estar conturbado;
no traen fuerza estas armas; lícito es que el ingente portero,
ladrando siempre en el antro, aterre a las sombras exangües;
lícito, que en casa del tío casta Proserpina se guarde.
El troyano Eneas, insigne por la piedad y las armas,
desciende a su padre, del Erebo a las ínfimas sombras.
Si en nada la imagen de piedad tan grande te mueve,
aun esta rama (saca la rama que en su veste escondía)
conoce. ” Allí el túmido corazón descansó de la ira.
Y no más que esto. Aquél, admirando el don venerable
de la vara fatal, después de largo tiempo mirado,
da vuelta a la popa cerúlea, y a la ribera se acerca.
De allí, a las otras almas, que en los largos bancos sentábanse,
rechaza, y limpia la cubierta; a la vez, recibe en la barca
al ingente Eneas.[28]

  1. Carón en la Divina Comedia

Podemos obtener de estos fragmentos que he elegido de la Eneida, justo donde se describe a Carón o donde tiene alguna participación en la obra, algunos paralelismos y algunas diferencias con el texto de Dante. Lo primero que tienen en común, por supuesto, es la función de Carón: llevar las almas al otro lado de la ribera; Carón marca el principio de un recorrido al interior del Inframundo. Por otro lado, la primera diferencia es que Carón, en la obra de Dante, lleva las almas al otro lado del río Aqueronte; por su parte, Virgilio hace confluir los ríos del Inframundo y dice que Carón los gobierna todos.

Un segundo paralelismo evidente es la sustitución de la Sibila virgiliana y el mismo Virgilio en la obra de Dante, ambos cumplen la función de guiar. Por otro lado, la actitud de Eneas en su arribo al Infierno y la de Dante son muy similares: ambos se admiran por Carón y por las almas que cruzan los ríos infernales.

En fin, podemos revisar incluso la caracterización del Carón virgiliano con el dantesco. Virgilio lo describe como un viejo canoso, “de ojos fijos con flamas”; Dante también lo describe como un viejo canoso y señala que en sus “ojos circunda un fuego horrible”. [29]

Ángel Crespo nos recuerda que en la Divina Comedia conviven figuras bíblicas y paganas. Esto último está muy relacionado con el concepto que ha propuesto Erich Auerbach. Según Auerbach, parafraseado por Ángel Crespo, todos los personajes de la Divina Comedia “son citados, no por el conjunto de sus vidas, sino por un acto o circunstancia que los convierte en figura de algo o alguien, sobre todo de alguien; [por eso] lo mismo pueden ser citados personajes bíblicos, que históricos en sentido profano o pertenecientes a la historia pagana”. [30] Es decir, Dante se vale de cualquier tradición literaria para construir su Divina Comedia. Podemos hablar, entonces, de personajes funcionales, que se acoplan muy bien por su función ya predeterminada.

En el caso de Carón no es sólo el personaje y su función lo que concuerdan con la línea de la obra; es, además, un pasaje completo de Virgilio que Dante reescribe moviendo la menor cantidad de piezas. Carón es figura del barquero viejo, de ojos flameantes, que transporta las almas al otro lado de las aguas del inframundo.

Bibliografía
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[1] Citaré el texto original que Ángel Crespo toma como referencia para su edición. Dante Alighieri. Comedia. Infierno. Trad., pról. y notas de Ángel Crespo III. Canto III, vv. 1–3.
[2] Los griegos creían que toda la tierra estaba rodeada por el río Océano. Por eso, Hesíodo lo llama “río perfecto”; en otra ocasión lo describe como el “que refluye en sí mismo”. Véase Hesíodo. Obras y fragmentos. Teogonía. Trabajos y días. Escudo. Fragmentos. Certamen, vv. 243 y 776, respectivamente.
[3] Homero. Odisea. Canto XI, vv. 14–16.
[4] Véase Hesíodo, Op. cit., vv. 717-743.
[5] Tomado de “Infierno”, Diccionario de mitología universal, vol. II.
[6] Virgilio [Marón, Publio]. Eneida (Libros I – VI). Versión rítmica de Rubén Bonifaz Nuño, Libro VI, v. 323.
[7] “Infierno”. Op. cit.
[8] “[…] questa donna fue accompagnata da questo numero del nove a dare ad intendere ch’ella era uno nove, cioè uno miracolo”, en Dante Alighieri. Vida nueva. Trad. de Luis Martínez de Merlo, pág. 330.
[9] Ángel Crespo. Dante y su obra, pág. 88.
[10] Algunos textos dicen que Estigia es el nombre de una laguna, otros que se trata de un río. Esto último se apoya, también, porque en ocasiones podemos encontrar Estigio o Éstige, y no Estigia. Por otro lado, algunos dicen que es hijo (Estigio o Éstige) de la Noche y Erebo. Véase “Hades y Perséfone”, Pierre Grimal. Del mediterráneo al Ganges. Trad. de José María Valverde; o bien, “Éstige”, Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana. Trad. por Francisco Payarots.
[11] Hesíodo. Op. cit., vv 775–776.
[12] “Éstige”, Pierre Grimal. Op. cit.
[13] “Región de la península de los Balcanes […], se extiende junto a la costa del mar Jónico, desde la desembocadura del Voiutza al N. hasta el golfo de Arta, al S.; al E. la cordillera del Punto la separa de la antigua Tesalia y de Macedonia”, en “Epiro”, Enciclopedia Universal Ilustrada. Europeo-Americana.
[14] “Aqueronte”, Enciclopedia Universal Ilustrada. Europeo-Americana.
[15] “Cocito”, Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana.
[16] Loc. cit.
[17] Diodoro de Sicilia. Biblioteca histórica. Introducción general. Libros I – II. Trad. coordinada por Jesús Lens Tuero, 92. 1–3.
[18] Ibíd., 96. 2–5.
[19] Ibíd., 96. 8–9.
[20] “La mención más antigua de la «llanura del Olvido» en Las ranas (v. 186) parece volver a la noción del Hades como lugar de olvido de la vida terrestre, sin implicar necesariamente la localización, en la entrada de los Infiernos, de una fuente del olvido en la que deberían beber los muertos”, en “La topografía de los Infiernos en la literatura griega arcaica y clásica”, Diccionario de las mitologías y de las religiones de las sociedades tradicionales y del mundo antiguo, págs. 180–184.
[21] Virgilio. Op. cit., VI, 298.
[22] “Caronte”, Carlos García Gual. Diccionario de mitos, págs. 42-43.
[23] Datos tomados de “Caronte”, Antonio Ruiz de Elvira. Mitología clásica.
[24] Algunos dicen que el pago es de uno a tres óbolos. Véase “Caronte”, Enciclopedia Universal Ilustrada. Europeo-Americana.
[25] En los griegos, las almas que no tenían digna sepultura, eran las que erraban por estos ríos.
[26] Virgilio. Op. cit., VI, vv. 298–304.
[27] Ibíd., vv. 385–391.
[28] Ibíd., vv. 399 – 413.
[29] “Quinci fuor quete le lanose gote / al nocchier de la livida palude, / che ’ntorno a li occhi avea di fiamme rote”, en Dante Alighieri, Op, cit, vv. 97 – 99.
[30] Ángel Crespo. Op. cit., pág. 111.

(2005)

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