Aprender y desaprender
(Pawel Kuczynski)
(Palabras pronunciadas en la clausura del “Curso-Taller: Desarrollo de competencias para la Educación Basada en Competencias”.)
Recuerdo que en mi época estudiantil, mi padre insistía en que pronunciara unas palabras a mi generación en una ceremonia de clausura. No entiendo por qué, nunca me gustó hablar en público. Afortunadamente siempre hubo personas más participativas que yo. (Ya ven que nunca falta.) No me mal entiendan, estoy muy agradecido por haberme considerado para dirigirme a los maestros que concluyeron el “Curso-Taller: Desarrollo de competencias para la Educación Basada en Competencias” en nombre de mis compañeras instructoras; simplemente creo que la vida a veces juega malas pasadas. Pero no se angustien, seré breve. Temo solamente que en este mensaje, no haya respuestas; sólo retos y más trabajo por delante.
Enumeraré algunas cosas que aprendimos y otras que desaprendimos juntos. La primera es que la información no es lo mismo que el conocimiento, por eso la insistencia de no ser sólo transmisores (mucho menos dictadores) de información. Como diría uno de mis estudiantes, “todo está en internet, profe”. Pues bien, el reto entonces es darle sentido a nuestra mediación a través de la construcción del conocimiento. En esta Era donde la información y sobre todo la desinformación depende del número de likes para llegar a su destino, creo que lo mejor es enfrentarlas a través del conocimiento cimentado en hechos, proveniente de fuentes diversas.
El segundo reto es no dejar de ser críticos. Críticos de este modelo y del que viene y del que viene, pero sin caer en la desaprobación prejuiciosa. Como maestros podemos entender (no justificar) la desaprobación prejuiciosa en aquellos que no han pasado por las aulas. Las opiniones tienden a polarizarse, los argumentos se debaten siempre en una balanza cuyo fiel debería depender de la razón. Si todo pinta gris, incluso debemos ser capaces de distinguir las tonalidades de grises que hay. Más de uno me tachará de romántico, pero no tengo problemas en confesar que yo veo el mundo a color (incluso el rojo de las calles). Simplemente no olvido que a veces nuestros estudiantes ven el color del mundo a través de nuestros ojos.
La tercera cosa que aprendimos podemos resumirla con una frase que no sé aún de dónde viene, pero dice algo como: “El talento no sirve cuando el ensayo no lo sostiene”. Me parece que esto es vital en nuestras aulas. Y por favor no piensen que aludo al slogan político “hay talento, sólo falta…” El reto de la educación me parece que está en crear circunstancias favorables, para que ese talento florezca; ir más allá de los esfuerzos de familia, de empuje personal, de amigos y amigas.
Paso ahora a las cosas que “desaprendimos”. Este verbo, “desaprender”, está aceptado por el DRAE, aunque no estoy totalmente de acuerdo con el significado que se atribuye. El DRAE define “desaprender” como la “acción de olvidar lo que se aprendió”. Sin embargo, mi propuesta es que no se olviden las cosas que tuvimos que desaprender y mucho menos la manera en la que aprendimos aquellas cosas que ahora debemos desaprender. El riesgo de olvidar es justamente el de no aprender. En ese sentido, creo en el perdón, pero no en el olvido.
Desaprendimos también el significado de la palabra “autoridad”. Así como no toda “vejez es sinónimo de experiencia” ni “toda juventud es sinónimo de innovación”, tampoco el maestro “amable” es sinónimo de “trasatlántico” ni el “enojón”, de “respeto”. Ser autoridad, no autoritario. Dice Kapuscinski que debemos temer más a una persona que impone el silencio que a una persona que permite el ruido.
Desaprendimos también, aunque me parece que el mundo lo pide a gritos, que el error y a veces incluso la frustración pueden ser provechosas, cuando no necesarias, en el proceso de aprendizaje. Ya sé que en la vida real un error cuesta caro y que la frustración no siempre es buena en un ambiente laboral, pero recordemos que las aulas son una especie de escenario controlado, donde el error y las dificultades son tan comunes como el cuaderno y el lápiz. De ahí la importancia de saber planear. Darle tiempo al error, para que el conocimiento tome forma, se defina, se aprecie, se entienda, se analice, se procese, se digiera, se asiente y se ponga en práctica.
Y ahora que hablo de tiempo, debo terminar mi intervención. No sin antes agradecer a los directivos del Instituto Tecnológico Roosevelt por esta oportunidad, a mis compañeras instructoras que me incluyeron en su Dream Team, al Lic. Jaime Rodríguez, a la Dra. Yoloxóchitl Bustamante y a todas las maestras y los maestros con quienes convivimos 19 semanas (es decir, 19 sesiones, 57 horas de sesión y muchas otras fuera del aula, 27 evidencias y 4 actividades integradoras, sin contar lo que viene). Sobre lo que viene, puedo decir únicamente que es mejor afrontarlo en equipo, sin olvidar los ratos de silencio y soledad como procesos personales de aprendizaje. No niego las bondades del trabajo competitivo, pero creo aún más en el trabajo colaborativo. Sin duda prefiero la suma a la resta (la multiplicación nos queda un poco lejos aún), pero con la suma está bien por ahora.
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