De elementos y otras circunstancias educativas
De tanto en tanto veo qué de nuevo hay sobre Ken Robinson1, quien ha sugerido más de una idea atendible acerca de la educación en el mundo (esta breve descripción me parece más justa que una larga lista de méritos2). Tiene un libro sumamente conocido: The Element: How Finding Your Passion Changes Everything (with Lou Aronica). Parte de la idea de que cada persona, una vez que encuentra su elemento, desarrolla de manera exponencial sus capacidades naturales. Ahora vuelvo a Robinson.
Hace
un tiempo vi la película Moneyball3. Se toca la vida de Billy Beane, un hombre al que, según el
guión, los cazatalentos habían pronosticado el
mayor de los éxitos en el baseball. Resulta que Billy Beane renuncia
a una beca de Stanford para seguir su sueño deportivo. La película
sugiere que Beane es un error de los ojeadores, pues
su carrera como deportista nunca despunta4. Ahora vuelvo a Beane.
Hace tiempo también seguí atento la vida de Paloma, joven estudiante a quien una revista estadounidense llamó “Niña Jobs”. Paloma, de Tamaulipas, según recuerdo, asistía a sus cursos en una escuela que estaba cerca de un basurero (ya ven que ciertos espectadores gringos y mexicanos se regodean con estos contrastes). La "Niña Jobs" fue denominada así, porque obtuvo la máxima puntuación en una prueba de conocimientos. Semanas después de la primera nota, Paloma fue invitada a participar en una especie de Olimpiada del Conocimiento en el Tec de Monterrey. (Te proclaman Sansón y exigen victorias.) Por supuesto Paloma no consiguió la mejor calificación. Más de uno alardeaba: “Ya ven, se los dije, no sabe nada”. (Debo señalar que Paloma tuvo poco tiempo para estudiar y que sus niveles de presión y estrés no se podían con los de ningún otro niño.)
Hace tiempo también seguí atento la vida de Paloma, joven estudiante a quien una revista estadounidense llamó “Niña Jobs”. Paloma, de Tamaulipas, según recuerdo, asistía a sus cursos en una escuela que estaba cerca de un basurero (ya ven que ciertos espectadores gringos y mexicanos se regodean con estos contrastes). La "Niña Jobs" fue denominada así, porque obtuvo la máxima puntuación en una prueba de conocimientos. Semanas después de la primera nota, Paloma fue invitada a participar en una especie de Olimpiada del Conocimiento en el Tec de Monterrey. (Te proclaman Sansón y exigen victorias.) Por supuesto Paloma no consiguió la mejor calificación. Más de uno alardeaba: “Ya ven, se los dije, no sabe nada”. (Debo señalar que Paloma tuvo poco tiempo para estudiar y que sus niveles de presión y estrés no se podían con los de ningún otro niño.)
Pues
bien, tenemos sobre la mesa una hipótesis y dos casos. ¿Qué hacer
con ellos? Kipling ha dicho que un escritor conoce la fábula, mas no
la moraleja. Intentaré articular la primera, pero ni en sueños
pretendo la segunda. Ken Robinson insiste (o quizá lo parafraseo
mal) que en los terrenos educativos se deben “crear condiciones” donde las cosas prosperen.5
Salvador Camarena, pocas semanas después del “fracaso” de
Paloma, escribió un excelente artículo6,
donde cuestiona a los reporteros de focalizar el sobrenombre “Niña
Jobs” y no las condiciones en las que Paloma había conseguido tal
denominación. Paloma no fue un error de
cazatalentos, sino un talento ahogado y oprimido a fuerza de
reflectores y exigencias.
Reniego de la expresión "talento nato". Algo dentro de mí (tal vez una
parte envidiosa de mí) dice a cada momento que no soy un genio y
que, por tanto, no existe tal cosa. Si alguna línea puede rescatarse
de mis letras, ha sido porque la he trabajado desde hace tiempo,
porque trato de rumiar una idea hasta que la boca se seque. ¿Quién
fue: Eliot, Picasso, quien dijo que “si la inspiración existe,
debe encontrarte trabajando”?
¿Cómo encontrar, entonces, nuestro elemento? No lo sé. De algo, sin embargo, estoy cierto. El elemento no se puede encontrar si se aplica un solo examen a cerca de 200 mil estudiantes7. Lo anterior es una prueba de que este país muchas veces “restringe” las circunstancias en lugar de “crearlas”.8
¿Cómo encontrar, entonces, nuestro elemento? No lo sé. De algo, sin embargo, estoy cierto. El elemento no se puede encontrar si se aplica un solo examen a cerca de 200 mil estudiantes7. Lo anterior es una prueba de que este país muchas veces “restringe” las circunstancias en lugar de “crearlas”.8
2 Creo
que los títulos, cualesquiera que estos sean, deben verse, no
leerse.
5 Yo
no recuerdo (permita el lector mi intromisión) ni a mis padres, ni
a mis hermanos, menos a mis compañeros, leyendo un libro; pero
recuerdo sin temor a equivocarme que siempre hubo libros a mi
alrededor.
7 http://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/sociedad/2017/02/18/aplican-primera-jornada-de-examen-de-ingreso-la-unam
8 Argumentarán
que cada uno crea sus circunstancias; responderé que el hecho de
tener la posibilidad de “crearlas” es ya una circunstancia
favorable.
Comentarios