Cansancio




(Pawel Kuczynski)

Ojos rojos, lentes empeñadas; LibreOffice al 160 por ciento; las piernas reclaman la tranquilidad de un parque o el pataleo inútil de la alberca; el estómago exige, seducido, algo más que café; los dedos sostienen el peso de las manos; codos caídos, pijama somnolienta, cerebro marchito, ni siquiera la musa se pasea a estas horas del casi viernes. En la noche, los sonidos del teclado se ahondan en la intimidad de la escritura, compiten con el niño que llora, piso arriba, con el escándalo de la luz; los libros me dan la espalda: lucen los títulos o el nombre de los autores; el desparpajo de las prendas en el cesto de ropa sucia, con suerte mañana encontraré algo; las cucarachas se pasean con soltura frente al zombie que las mira; libros apilados toman turno —1001, 1002, 1003— antes de pasar por mis ojos: Perus, Farabi, poesía alemana, Faulkner, León Bloy; post-its me recuerdan obligaciones postergadas: “avance de tesis”, “pasar a Filos”, “IILI”…; exámenes parciales gravitan en la carpeta, la carpeta gravita en la mochila, la mochila ocupa mi lugar en la cama; las almohadas roncan; un excel abierto, cursor listo, precisa de números para obtener promedios; mi reproductor de MP4 exhala la última rayita; no hay agua en el vaso; la alarma me dice que dormiré poco: la clase espera, 7 en punto, pero antes 5:13, "Hola, chiquita", "despierta, ya es hora", agua muy caliente, después fría, después no importa y luego hasta las 9 y más tarde hasta las otras 9; la impresora, optimistamente —¡qué más da el adverbio a estas horas!— me recuerda —memoria cansada— el cuento y la entrada del blog. Y entonces el diálogo interior:
       —¿Exámenes?, ¿el libro de Mexicana?, ¿la antología de Pacheco?, ¿el gafete?
       —Todo.
       —Pero Stevenson…
      —“All things on earth and sea, / All that the white stars see, / Turns about you and me”.
       —Está bien, puedes dormir.

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