Los números y la vida
Hace varios años pregunté a un
amigo matemático si existía algún estudio sobre la posible relación entre los
números y la vida, algo así como la sucesión de Fibonacci. “No tengo la menor
idea”, respondió (creo que en el fondo quería decirme que tal pseudociencia, llamada
numerología barata, es uno de los tantos males del hombre). Aunque luego de
pensarlo un par de minutos, me dijo que había sido Pitágoras (espero no
equivocarme) quien se refirió a los números naturales como los números
místicos, en tanto (y aquí tenemos una imposibilidad del lenguaje para
encontrar un verbo adecuado) “representan”, “vinculan”, “reflejan”, “refieren”,
“remiten”, “conducen” a la vida. Después, como si el saco se hubiera roto y
comenzaran a salir las semillas, me dijo que no olvidara el denominado número
áureo (una proporción que sigo sin entender del todo) y algunas construcciones mayas
y Da Vinci…
Hace
unos momentos, mientras leía, tuve esa magnífica sensación, a veces no tan
frecuente, de estar a punto de terminar un buen
libro. “El segundo de la semana”, dije, y me quedé ensimismado largo rato en el
número dos y pensé en la insistencia de “contar” las cosas, como si en ellas se
pudiera develar un poco la estrecha relación entre los números y la vida, y
pensé que tal vez hemos privilegiado el número en sí sobre la mística que pueda
esconder: he visto diez películas este fin de semana, llevo cien novelas leídas
en el año, escribí dos cuentos, corrí diez vueltas a la manzana, hoy tomé cinco
tazas de café, vi dos partidos de futbol, tengo cinco medallas, veinte
trofeos, gano 50 mil pesos, he viajado treinta veces fuera del país, conozco 12
ciudades, tengo tres carreras, dos posgrados, hablo cinco idiomas, he publicado
24 artículos, conseguí 78 likes, he estado en ocho congresos internacionales, es la primera vez
que… No sé qué pueda significar todo esto, ni siquiera sé a qué nos conduzca,
pero creo atisbar dos posibles riesgos: la idea de que una persona, por una
simple operación aritmética, se piense mejor que otra. Considero que este uso
de los números debería ser exclusivo de los contadores y uno que otro
coleccionista. El segundo riesgo, en fin, está en atesorar sólo números, una
especie de historial que no “represente” ni “vincule” ni “refleje” ni “refiera”
ni “remita” ni “conduzca” a la vida.
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