Diciembre

“Diciembre es el mes más cruel”. Diciembre es un mes del que nos hemos empeñado en ver una cara amigable, sonriente, regalos y buena comida. Cuando asistía a la iglesia, me sorprendía sobremanera cuando las personas, vísperas de Navidad, se mostraban amables y elegantes en la ceremonia, pero nada me parecía más extraño que verlas llorar y luego sonreír de oreja a oreja. Diciembre era, después lo supe, el tiempo del perdón y la felicidad, de convivencia y alegría, de pensar en la vida y en los proyectos. ¿Por qué entonces es diciembre el mes más cruel? Porque si no tienes ni siquiera a una persona a quién llorar ni pedir perdón, mucho menos a quién besar ni apapachar (Dios no cuenta ―sospecho que nunca ha contado), entonces el mes se vuelve una especie de reclusión asistida, de aislamiento por antagonismo.
            Mi hermano me contó que fueron dos navidades sus días más complicados, hubiera preferido ir a trabajar al campo o a donde fuera para “disfrazar”, como el cuento de Bioy, esa especie de ciclo terminado. Y claro, nosotros extrañando de este lado, pero la compañía suele “disfrazar” también la soledad. Es de humanos buscar la soledad, escapar del “mundanal mundo”, diría Tin Tan, no así cuando el mundo provoca la soledad a fuerza de alegrías y dichas.

Incluso los disgustos son más dolorosos, quizá porque estamos predispuestos a que en estas fechas está prohibido pelearse, cometer errores, ofender, yo qué sé, decir groserías… Las personas que trabajan resultan encomiables: policías, enfermeras, taxistas, taqueros, despachadores de Oxxos… “Ni hablar”, decimos. Las malas noticias, noticias comunes por lo demás, como muertes o accidentes, se vuelven memorables desde el instante en el que suceden por estas fechas, pues su recuerdo invadirá el 24 y el 25 y el 31 y el primero. “¡Cómo se pudo morir, justo ahora ―dirán los conocidos―, qué mala suerte!”. La señora Yolanda, por ejemplo, de la lavandería “Pompas de jabón”, de la que era cliente asiduo, exigirá un breve instante de recuerdo en este año y los que vienen, y luego pensaré en su hijo, quien le escribió una carta de despedida, y luego pensaré en los solitarios que una mala noche se quedaron sin autobús para volver con su familia o en mi hermano, pero se me pasará, porque seguramente vendrán los días de risa y alegría y comilonas propias de diciembre, el mes más cruel. 

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