Recomendaciones
Tiremos la idea de justicia,
desterrémonos de ella de una buena vez y pongamos reglas por las que,
con o sin ese concepto, haya una esperanza de vida sujeta a criterios más
certeros o menos volátiles. Los argumentos abundan: 43 desaparecidos, bonos de
Navidad para políticos y otros no tan políticos, sueldos desorbitantes en
países pobres, premios de todo tipo a quienes no lo merecen (amigos, conocidos,
no tan conocidos), fama a quien debería mendigar en la calle, tabuladores de
sueldos poco razonables, vueltas en U, coches que atropellan a ciclistas,
ciclistas que atropellan a peatones, peatones que parten madres, grúas que se
llevan autos sin razón alguna, indígenas que siguen sin entender los juicios, jueces
amenazados de muerte, docentes con estudiantes insoportables, estudiantes con
docentes incompetentes, títulos comprados, médicos sin ética profesional, calificaciones
vendidas, presos inoportunos, fugados, fugitivos, intocables, maltratados,
deshechos, descabezados que no fueron amigo del amigo, compadre del jefe,
cuñado del patrón… La meritocracia es un mito inventado por aquellos que creen
que están donde deberían de estar o que simplemente les “va bien”. ¿Hasta dónde
son “buenas intenciones”, hasta dónde se ejerce la “justicia”?, ¿a quién le
debes el favor de tu puesto? Para qué inventar criterios de justicia, si quien
debería reclamarla ni siquiera se cruzará por error con estas líneas.
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