Glorias anónimas
Hace poco Zyanya me habló de la
nominación de Las Patronas al premio Príncipe de Asturias ―ahora más bien
Princesa. El dato me quedó resonando varios días hasta ayer, que encontré esta
frase en un libro ocasional: “La repetida idea de ser los otros está en la base
de la formación de toda masa”. El impulso de escribir sobre ellas, Las
Patronas, y mi incipiente interés por mi personalidad de Don Nadie en un mundo
que exige la particularidad, me llevaron a este texto.
El grupo de mujeres
llamado Las Patronas “ha dado de comer a migrantes
centroamericanos que pasan montados en La
Bestia”, en ese largo camino por la no menos extensa República Mexicana —más
mexicana que república. Las Patronas son “14 mujeres de una misma familia, que
a diario preparan 300 bolsas de comida que reparten entre los migrantes
centroamericanos”. Lo han hecho por 20 años, por lo cual fueron
nominadas para el Premio Princesa de Asturias y previamente reconocidas por la
Comisión Nacional de Derechos Humanos con el Premio Derechos Humanos 2013. Se
trata de una labor que no cuenta con patrocinios ni ayuda, al menos hasta donde
los periódicos revelan. Por supuesto que el caso, en un país como el nuestro,
invita a desmerecimientos y críticas; pero no me detendré en ello, me parece un
exceso innecesario, cuando no el deseo de buscar tres pies al gato. Hasta aquí
el reporte.
Todo
lo anterior ha ordenado en mi mente una serie de imágenes y recuerdos textuales
sobre ese ente llamado Anónimo, unas veces disfrazado de multiplicidad, otras
de olvido, pero muchos más de falta de reconocimiento. Creyente de aquella
máxima de que nada nuevo hay bajo el sol, pienso que el siglo XXI ejerce el olvido
a fuerza de reconocimientos. Por supuesto que esto no importa a quien tiene lo
necesario para morir en paz, pero demuestra que la vida es una cosa abaratada
sin justicia. Sigo creyendo que Zuckerberg y Aaron Schwartz deben invertir sus
antípodas y que Tim Berners-Lee puede estar agradecido por haber hecho las cosas
correctamente, aunque con el olvido a cuestas.
Yo que me desenvuelvo
en el mundo literario, creo ver con tristeza el ocultamiento de nombres y
referencias intertextuales de las voces que aparecen por aquí y por allá. Llevo
desde hace tiempo interiorizada la idea de criticar al amigo en silencio y reconocer
sus virtudes en público. Creo que tiene que ver con la simple ética de no negar
la memoria, acaso una de las cosas que justificaría a la humanidad, ni de vivir
en el engaño placentero.
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