Antonio Lazcano Araujo en la ENCB



our ends are as obscure as our beginnings;
the line of our days is drawn by night,
and the various effects therein by a pencil that is invisible;
wherein though we confess our ignorance,

Sir Thomas Browne, Religio Medici, XLIII

De todos los viajes emprendidos por el hombre, pocos como “el viaje a la semilla”, a la Ítaca anhelada, muchas veces con la esperanza de saber un destino edípico, otras con la ilusión de decir “está hecho”. Esa eterna duda que hemos llamado ciencia, la misma que nos obliga a postergar la última palabra, de la que nunca escucharemos un “así sea”, nos enseñó que los enigmas deben atraparse antes de arriesgar una solución.
            El pasado miércoles 21 de mayo, entre risas y conjeturas silenciosas, el doctor Antonio Lazcano ofreció una conferencia tenaz, ilustrativa, abrumadora, desconcertante y plena de información como de anécdotas felices. Se trató de la conferencia inaugural del ciclo “Una mirada al mundo de la Biología”, en el marco del 80 aniversario de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, aunque la sede fue más bien el auditorio de la Escuela Superior de Enfermería y Obstetricia. El tema, nada más y nada menos, “El origen de la vida”. Aquí una sucinta reseña cometida con puras generalidades.
Por más de dos horas, Antonio Lazcano tejió los límites y los alcances de la ciencia actual con respecto de este tema. Señaló, así, que hay un momento en la investigación del estudio de la vida en el que predomina la humildad intelectual. Se trata de la etapa o período comprendido entre el enfriamiento de la tierra y la época de grandes colisiones. Pese a ello, destacó los avances que se han tenido desde las ideas de Oparin, quien, dicho sea de paso, fue presidente de la Sociedad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida (ISSOL), cargo que también ocupó Stanley L. Miller y el propio Antonio Lazcano. Esta sopa primitiva, que propone Oparin, probablemente fue sazonada con material extraterrestre, complementa Lazcano junto con otros nombres emblemáticos de la investigación actual, entre otros: Parker, Cleaves, Dworkin, Glavin, Callahan, Aubrey, Bada.
            A partir de la descripción de la doble hélice del DNA por Watson y Crick, se da paso, dice Lazcano, a la molecuralización de la Biología. Se evidencia que el RNA fue previo al DNA. Las investigaciones, entonces, apuntan al RNA como uno de los eslabones naturales en el origen de la vida. Siempre que hay un proceso bioquímico, hay proteínas; antes de ellas coenzimas, y antes aun derivados ribonucleicos. Los ribosomas almacenan información genética y catalizan las reacciones químicas. Quizá la inestabilidad del RNA fue el carácter necesario para fungir como eslabón.
            Así, en medio de la sopa primigenia y el mundo del RNA existe una interrogante. Lazcano marca el camino que podría seguir la ciencia, pero advierte también de algunos procedimientos que, en lugar de contribuir o resolver dudas, desvían la atención. Es el caso del uso de técnicas interdisciplinarias, pues éstas pueden llevar, dice Lazcano, a premisas brutales. Advierte también que nuestra visión de la complejidad está sumamente influida por nuestro antropocentrismo, pues aquélla no niega la “aparente simplicidad”. Apoya, en fin, la idea del azar como un elemento ineludible en el origen de la vida.
            En medio de un mar de nombres científicos como Joan Oró, Orgel, Mansy, Ferris, Eakin, Handler, Brachet, Belozersky, Antonio Lazcano urdió otros no menos reconocidos: Mussorgski, Kant, Goethe, Agatha Christie, Neruda, Pound, etcétera, hecho que nos sugiere por un lado la amplitud del conocimiento del conferencista, pero sobre todo la solidez de la formulación de una idea a partir de perspectivas y aristas distintas.
            No quiero dejar pasar el preámbulo de la conferencia del doctor Lazcano, quien señaló sin ambages que han pasado al menos 75 años de desencuentros entre la Facultad de Ciencias de la UNAM y, en este caso, la ENCB. Con verdad meridional, podemos decir que el Politécnico y la UNAM, salvo honrosas excepciones, siguen siendo, especialmente entre comunidades estudiantiles, dos polos de pensamiento en México, unidos quizá solamente por la ruta camionera Poli-CU, pero no más. La “falta de interés entre las dos comunidades” sigue nutriendo el abismo científico que padece el país. Todavía hoy se debate sobre qué institución es mejor, pero quizá debiéramos enfocar nuestros esfuerzos en, primero, aceptar humildemente nuestra ignorancia y trabajar en ella.


Salvador Calva Carrasco

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