Tiempo y olvido

La vida no sabe de tristezas o alegrías. Yo tampoco las veo. Veo policías y vendedores en riña, basureros repletos de… basura; antes de comenzar el año, vi gente que se deshizo de trapos, muebles, etcétera, para que la basura recibiera el 2014 en otro lado, pero no en casa; limosneros que se aprovecharon de la época para ganar un poco más de lo normal; caminantes que descubrieron algún balcón nunca antes divisado. Todos ellos nos enseñan que los inicios o finales del tiempo son meras ficciones. Quizá el tiempo existe sólo cuando el recuerdo o la memoria, qué sé yo, funciona. El olvido hace del tiempo un ser inagotable, eterno. Aunque, al mismo tiempo, no haya tiempo sin olvido. 

Apenas el tiempo se mide las garras del presente, éstas caen. Sábanas al viento. En cambio, el hombre suele vestirlo de prendas nuevas, como las que muchos estrenaron este inicio de año; pero tarde o temprano será el pantalón deslavado favorito o la camisa que con trabajo usamos un par de veces. Del pasado es muy fácil hablar: colgado siempre en el gancho, listo para ser combinado con otra prenda, para reinventarlo o para hacerlo pasar de moda, nunca solo, en busca de la plancha que lo haga más presentable, empelusado. 

Quería hablar de algo más, pero ya no me acuerdo. ¿Qué hora es?



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