Ricardo


Ricardo tiene hasta 12 años. Vive cerca de la casa de mis papás, aquí en Teloloapan, desde donde escribo. Es el mayor de cinco hermanos. No sé cómo dio por primera vez con mi mamá. Bueno, lo sospecho. Mi mamá hace quizá el pan más rico de la zona y es más que conocida por su excesiva generosidad, pues tiene que alimentar a más de un niño que toca la puerta una, dos, tres veces, espera, se ríe un poco y finge seriedad (los que de verdad se ríen son los que se esconden, los mandones) y apenas logra decir: “¿no quiere que le ayude?” Y, bueno, ¿cómo decirlo?... esa sola pregunta le rompe el corazón a mi mamá. Entonces se deshace no de la fruta sobrante, no del pan quemado, masculla un “pobrecitos”, regaña a mi hermana y a mí, nos dice que aprendamos de ellos, etcétera, etcétera… Pero Ricardo es diferente.
De todos los defectos que tiene mi mamá, uno de ellos, quizá de los más graves, es que tiene cierta debilidad por las servilletas bordadas. La mamá de Ricardo, curiosamente, borda muy bien y, como una manera de devolverle la generosidad a mi madre, tiene la bondad de cobrar por cada punta, por ejemplo, algo así como quince pesos. Cinco pesos de la servilleta, otros tantos de la punta y otros más de la hechura. No conozco a la mamá de Ricardo, pero la puedo imaginar; no conozco al papá de Ricardo, pero lo puedo imaginar (dos personas tan distintas no deben ser el mismo sujeto).
Ricardo es diferente al resto de los niños. Tiene una sencillez que lo hace merecedor hasta del afecto de mi hermana, que es un alma dura de roer; hasta de la mía, que he sido catalogado por mi madre como un tipo “sin sentimientos”. Hoy, mientras cenábamos, Ricardo vino por unos costales. (Parece que mi papá guarda los costales de harina y azúcar que se usan para el pan; entiendo que Ricardo viene por ellos y los vende. No creo que consiga mucho, pero a veces unos cuantos pesos son suficientes para la pobreza.) En lo que mi papá buscaba los costales, Ricardo dijo que se irían al Sabino, aquí mismo en Teloloapan, pero mucho más para allá del centro. Ricardo podrá venir cuando así lo decida, pero no a estas horas, por ejemplo. Resulta que pagan 200 pesos de renta, una tarifa muy alta para una mamá como la de Ricardo, con cinco hijos, y Ricardo el mayor; una tarifa muy alta para su papá… Entonces me sentí arrebatado por todos los sentimientos del género humano y maldije esta pinche naturaleza, basura estelar del universo. 

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