Enrique Peña Nieto y los libros

¡No, no, no, no! Por supuesto que un político debe tener varias lecturas en su haber. No estamos en la época de Séneca en que nadie tiene y menos lee cien libros en la vida. Ciertamente no quiero que Enrique Peña Nieto o Andrés Manuel López Obrador me expliquen las dimensiones islámicas de "El Zahir", pero hay textos que quizá sean más que útiles para una persona cuya vida debe entenderse en función del resto. Enrique Peña Nieto o Andrés Manuel López Obrador deben siquiera pasar por, vamos a decir un autor, Juan Rulfo. Es cierto que un político puede prescindir de la literatura y ser buen gobernante, pero no concibo un político cuya idea del pasado sea la de un historiador de mala escuela: aquel que sólo registra fechas y acontecimientos sin reflexionar al respecto, sin la reconstrucción de un contexto, sin cuestionar la subjetividad del escritor... La reflexión de los acontecimientos, unas veces evidentes, otros más velados, son también tema de la literatura. Es decir, los políticos tienen que ver cuestiones "prácticas", "vivenciales" en las letras; tienen que ver realidades o proyecciones de realidad donde quizá sólo se enuncien fantasías. Que dejen las dimensiones estéticas para otros ojos; pero que opinen sobre los alcances de un texto en la realidad.

Por otro lado, el mundo de los hechos no es tan irrepetible. Más de un libro, inscrito en una época y espacio remotos para un lector, puede tener paralelismos con su realidad presente. Entender esa repetición de acontecimientos debería ser sólo uno de los motivos de lectura de un político.

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