Carl Sagan y la vida

Cuando se pasa de los 25 años, uno supone ciertas cosas. La primera, que todos los mayores de 25 son "maduros", que cualquier sentimiento debe estar bien fundado, que cualquier venganza debe ser verdadera porque es verdadero el odio. Es decir, que las estupideces del pasado definitivamente tienen que ser tan intensas y vívidas como para hacer la vida imposible a un hombre.

Una cosa que se debe saber después de los 25 años es que no puedes confiar en nadie. Es decir, que ni una posible amistad o un diálogo interesante son más fuertes que una envidia o un deseo de venganza, repito. Para quienes, como yo, vivimos de diálogos que buscan ser inteligentes, entretenidos, es una patada en los huevos, porque es necesario saber que ni todas las personas son inteligentes y menos entretenidas, por más que se esfuercen, por más que estudien. Sin sentirme un hombre superior sobre la Tierra, es imprescindible aceptar que hay tanta mierda que es fácil encontrarla incluso en medios en los que supones ya no la hay; que hay tanta envidia que incluso la encuentras donde suponías que la particularidad de un individuo era más trascendente que la disputa de reconocimientos falsos.

Otra cosa que se debe saber después de los 25 años es que el amor es más doloroso que en la secundaria o en épocas rosas, pues incluso el amor de tu vida puede partir, y no por tu culpa, sino por una tontería, algo insignificante, algo que nunca tuvo interés. Incluso el amor decantado, el amor de tiempo, quizá algo de maduro o quizá mucho de verde aún, pero con pretensiones mayores siempre, puede irse en una noche como ésta por una estupidez, por un deseo de ver mal donde no lo hay o de ser "amigable" (por decir lo más) donde pudo haber descortesía.

Alguien se equivoca y esta vez no soy yo. Alguien dice mentiras, y esta vez no soy yo. Pero por más que me esfuerzo, el mundo insiste en cobrarme algo que pensé había pagado con creces. Me equivoqué, sólo en eso me equivoqué esta vez. Carl Sagan, luego de ver ese tímido punto azul, desafió la importancia de estas líneas y la importancia de una vida como la mía y la importancia nula (algo menos que un hombre hecho de polvo de estrellas) de alguien que quiso ¿vengarse?, ¿desquitarse? de algo que ni siquiera mi memoria tiene la más remota idea de qué fue. ¿Qué fue?

Juro que esta vez no fui yo y que mis intenciones eran las mejores, sin disfraces ni significados ocultos; juro que he sido un buen tipo, pero hasta eso desata furia y envidia. ¿Qué hacer cuando te persiguen vidas tan mediocres que insisten llevarte a su lado? Ignorarlas, por supuesto... Y pensar que incluso dentro de ese pequeño cosmos, que es el punto azul, hay formas de vivir y diferencias entre las personas. La igualdad no existe, es un concepto mal inventado. Si existiera, el propio concepto de igualdad no existiría.

Comentarios

Anónimo dijo…
Uno supone ciertas cosas desde mucho antes de llegar a 25. Eso de la madurez a mí no se me había ocurrido, ni se me ocurre ahora... El pasado siempre es vívido e intenso para cierto tipo de personas, y hay hombres que sin menoscabo de edad sienten poseer el don y la eficacia como para hacerle la vida imposible a otro hombre.

"Una cosa que se debe saber después de los 25 años es que no puedes confiar en nadie", vamos, hombre, quizá es la cercanía a los 25, pero ese tipo de cinismo sólo lleva a incubar venganzas que nunca llegarán a vengarse, así de pleonásticas.

Yo sé que eres un buen tipo, aunque no te conozco, pero sí que he recordado, por casualidad y porque la memoria no sabe muchas veces por dónde anda, la tarde que te saludé en una estación de autobuses (hace no mucho). Me acordé de tu nombre también, porque, como ya dije, la memoria es así y no sabe dónde anda ni para quién anda: SCC (Saturno Comiendo Camarones). Por ese descuido de mi memoria tecleé tu nombre en Google y ahora te estoy escribiendo. También me enteré de tu premio: te felicitó y me gustaría leer el cuento, de verdad. Espero que a esta altura sepas quién suscribe este comentario-saludo-extrañaambición-etc., pero si tu memoria sí sabe dónde anda y mejor prefiere no acordarse, te recuerdo que una vez te presté el concierto para violín de Brahms y que nunca nos tomamos una copa juntos... Sí, es verdad, en la vida hay incontables patadas en los huevos y montañas de soberana mierda (César Vallejo lo dijo con palabras más logradas e imponderable elocuencia), pero ya verás que cuando te alejes de la marca ilusoria del cuarto de siglo, otro tipo de cinismo te hará la vida imposible.

Sobre el amor y la igualdad, en este momento no quisiera dejar caer mi mano: hay cosas que ni los años ni las patadas en los huevos pueden cambiar. Un deliquio, eso de la vida y de los años...

Acuérdate, si no, pues ya iré escribiendo tu nombre (porque ya ves que lo recuerdo...) en la libretita donde figuran aquellos que un día me las pagarán (ellos pagan lo que ellas cobran). Eso no cambia... Estoy de acuerdo, entre envidias y venganzas apenas queda tiempo para acordarse de los nombres de los amigos. Además, y ya lo has de saber, has elegido dedicarte a un oficio que está lleno de envidiosos: el escritor escribe porque envidia y cuando no escribe envidia lo que otros sí...

Con amistad.
(Acuérdate)

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