Las manos de Carbonell

Alguna vez escribí: "le daba forma al horizonte", refiriéndome a una mujer recostad en la arena con la playa como fondo. Poco o nada es esta sencilla imagen al lado de "Figura con paisaje" de Carbonell.

Quiero decir que es inútil hacer alguna mención sobre Santiago Carbonell, pronto, si no es que ya (las cosas, cuando llegan a mí, significa que tienen un largo camino recorrido) sabremos todo de él y comenzarán a surgir libros y críticas y menciones y citas pictóricas, si es que existe en la pintura este notable arte.

Tengo en mis manos Sibilas, un pequeño catálogo de una pequeña muestra de la obra de este excelente pintor. Pero para que el lector entienda, debe revisar con calma su página de internet, detenerse a comer en cada uno de los detalles; creer -sólo al principio- que el tiempo es eterno y que la vida podría simplificarse en la contemplación, después sólo dejar que el tiempo fluya porque no hay tiempo para Carbonell, es una pintura de arquetipos, de perfecciones, de circunferencias y no arcos o tangentes. No es la realidad, hay que decirlo, aunque sea tan profunda como ésta; es, todos lo sabemos, arte.

http://www.santiagocarbonell.com/
(Me sentiría justificado si alguien abandona este blog, este retrato poco colorido, y prefiere a Carbonell.)

El primer pintor que vino a mi mente fue Poussin, pero en Carbonell hay algo más: el genio de sus manos.

Las manos de Carbonell han legado a la humanidad una cantidad infinita de pinturas y un sinnúmero de bellezas. Cada falange mejora la estética de la naturaleza y cada dedo dibuja con exactitud la imaginación de Carbonell: no la realidad, no la perfecta imitación; antes bien, la imitación imaginativa. A veces, la profundidad se nos presente a través de guiños, como en "Mano abierta, puño cerrado"; otras veces nos estremece con el contraste de formas medidas y trazos azarosos o casi casuales, como en todas las que llevan líneas de pintura roja.

Carbonell es inasible. Uno busca entender las pinturas, interpretarlas; con Carbonell ciertamente es el mismo caso y quizá más de una ocasión se acierte, pero en general cuando dejamos de verla, cuando nos vamos o cerramos el libro (como en mi caso), la memoria no es suficiente y entonces las palabras surgen: de verdad es magnífico, qué encanto, qué belleza. Esto sólo me ha sucedido con Rafael. Debería existir el término de arte sacro referido al arte que dice todo y no acabamos de comprenderlo en su totalidad. Como la música que dice tanto y sigue inasible.

Yo no alcanzo (será que mi contemplación es muy pobre) a contener a Carbonell, ni un solo detalle.

Lamento muchísimo tener que ver a Carbonell frente a una pantalla o en un libro, un verdadero símil de la caverna de Platón. Ojalá algún día esté frente a su obra y pueda estrechar su mano.

Comentarios

Anónimo dijo…
Y uno pensando en el aceite de oliva...

Entradas populares