Revoluciones

No entiendo el destino de un país sin la costumbre a la que su gente lo orilla, como quien no cambia de rumbo o evita la mudanza por "conocido", como quien reniega de lo extranjero porque piensa que lo "nuestro" es mejor, como si "lo nuestro" fuera "lo único".

Parece que las revoluciones, a diferencia de las guerras, nacen, no caen, por su propio peso; germinan, brotan y después es imposible ir contra ellas, porque "nuestra cultura" está negada a planear, no sabe lo que es el largo plazo y la inversión a futuro. En realidad, ahora que lo pienso, no sabe nada del futuro. Esta "nuestra cultura" es incapaz incluso de aprender con ejemplos, pues hasta ignora las profecías cumplidas: la historia de México es cíclica, cada cien años habrá una revolución que concierna a todo el país, que afecte a todo el país.

Como dos historias que se escriben a la par, una debajo de otra, la otra siempre evidente, la primera ajena para muchos, ignorada por los otros, subestimada por los otros, parece que México presencia una nueva revolución, otra vez, a cien años y a doscientes de las primeras. Los primeros actores ya están en escena y el resto a mitad del escenario, circunstanciales. Unos fundan alianzas, otros mueren. Y de nuevo no sabemos nada del futuro, salvo que tiene que terminar, ojalá sea pronto, en algún momento.

Ya que lo único puede ser perfectible, la mudanza debe ser prioridad; el bueno por conocer debe estar en nuestros planes; la resistencia, una convicción; la justicia y el temple contra quien sea una amenaza para el país que más de uno sueña, que más de uno sabe que nunca abandonará.

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