Egoísmo y complacencias





A veces estoy harto de tratar de complacer a las personas. Llámenme como quieran: un tipo simple, sin chiste o, por el contrario, exigente e incluso pedante en más de una ocasión; pero siempre con un límite y con momentos como estos en los que tengo los pies no puestos, enterrados en la tierra. 
 
La vida puede tornarse realmente fastidiosa cuando llega el momento en el que “acomodas” tus cosas para que alguien más se sienta cómoda y, de paso, pierdas tu propia comodidad (sin importar quién sea ese alguien más). O tal vez soy tan egoísta, que cuando veo que mi yo -bajo ciertas circunstancias- está complacido, el resto me tiene sin cuidado.

Con frecuencia olvido que la comunidad y la familia de donde provengo no son nada pomposas, que compartí un cuarto con otras cuatro personas (un cuarto amplio con cuarteaduras aún más amplias), que no tuve por largos períodos ni en qué caerme muerto, que he tenido que trabajar un poco para tener una computadora, un par de libros y una cama (las únicas cosas que necesito para ser feliz); pero luego vienen a mí estos momentos, que podría llamar no necesariamente de humildad, en los que el mundo te da un par de bofetadas y te dice: “Me vale madre tu vida”.

Comentarios

Anónimo dijo…
Es bueno regresar?

Entradas populares